jueves, 22 de diciembre de 2016

EL NOBLE ARTE DE LA PAJA MENTAL

Me encanta el comienzo de American Beauty, cuando Lester Burnham, el personaje de Kevin Spacey, nos presenta su patética vida machacándosela por la mañana: 
Aquí me tienen, cascándomela en la ducha. Para mí, el mejor momento del día. A partir de aquí, todo va a peor.

Desde que el mundo es mundo, todo hijo de vecino se la pela, aunque sea por aburrimiento, como el que espera y se echa un cigarro para matar el rato.
Zurrársela alivia tensiones, y además es algo que sólo uno mismo puede hacer para culminar el trabajo con éxito.
Se la pelaba Brad Pitt mientras estaba con Angelina, se la peló Donald Trump la noche electoral mientras esperaba el escrutinio, y hasta el Papa se la zurra para hacer un break cuando se le atasca una encíclica.

Aquí un tío zurrando la sardina.


Ante esta realidad, nos preocupa la pérdida de tradición en este noble arte: La Paja Mental.
La tecnología avanza imparable y son pocos ya los que tiran de archivo mental para darse placer a sí mismos. Artesanos del onanismo, de la paja de toda la vida, con oficio, como ese señor que hace a mano cestos de mimbre o alforjas de cuero en un pueblo recóndito de la Castilla profunda. 

Las nuevas generaciones queremos que nos lo den todo hecho, esforzarnos lo justo y necesario, incluso en lo que a disfrute se refiere. Burócratas de la gayola. Milenials acostumbrados al porno audiovisual, incluso en realidad virtual. 

En menos de los que pensamos estaremos haciendo cola en el Apple Store de la Quinta Avenida para comprarnos la iHand último modelo. Mientras que en algún pueblito perdido de la Alcarria seguirán separando el grano de la paja a mano, como se ha hecho toda la vida.